*CARTA ABIERTA AL FRENTE AMPLIO A PROPOSITO DE LA SITUACIÓN EN LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA*
01 de febrero de 2019
La mañana del 11 de septiembre de 1973, cuando los golpistas se enteraron de la decisión del presidente Allende de mantenerse en La Moneda y no renunciar al cargo, Pinochet dio luz verde al bombardeo y asalto militar del palacio de gobierno pronunciando una frase macabra: “muerta la perra se acaba la leva”.
Este episodio no es sólo una muestra del nivel de crueldad al que estaban dispuestos los golpistas del 73, también es una perfecta representación de la forma en que esta clase de gente comprende los procesos sociales y políticos.
Uno de los elementos centrales del imaginario capitalista es la sobrevaloración del papel de los individuos en los procesos políticos, sobrevaloración que se ejecuta con la misma violencia con que desprecian, e incluso niegan, el rol de los sujetos colectivos en la construcción histórica.
El caso es que frente a la sentencia brutal de Pinochet de “muerta la perra se acaba la leva”, Allende respondió con una frase luminosa y contundente: “no se detienen los procesos sociales ni con el crimen, ni con la fuerza… la historia es nuestra y la hacen los pueblos”.
Pasan los años y las palabras de Allende, que siguen tan vigentes como el día en que las pronunció, me empujan a referirme a la situación actual del hermano pueblo de Venezuela.
Antes de continuar, debo aclarar que sería un reduccionismo irresponsable plantear que la situación de hoy en Venezuela es análoga a la padecida por Chile en 1973. Las diferencias son múltiples y profundas. Una de las más importantes es que la Revolución Bolivariana ha soportado 20 años de presión implacable de parte de la oligarquía interna y del imperialismo externo, incluyendo el haber enfrentado de forma victoriosa el golpe de estado de 2002 contra el presidente Chávez.
Aclarado el punto, voy al fondo de mi argumento: El problema de Venezuela no es Nicolás Maduro. La crisis venezolana no puede reducirse a la forma de ser o del estilo de gobernar del presidente venezolano.
Desde un punto de vista geopolítico, el problema de Venezuela es que posee una de las principales reservas de petróleo y minerales del mundo. Se trata de reservas críticas para la economía mundial de los próximos 50 años. Se trata de recursos estratégicos ubicados ni más ni menos que en el “patio trasero” de los Estados Unidos, y que no están bajo el control de dicha potencia. A lo anterior, se debe agregar que, frente al bloqueo y las sanciones económicas occidentales, Venezuela se ha visto obligada buscar apoyo económico y militar entre potencias competidoras de EEUU, es decir China y Rusia. La urgencia de EEUU es impedir que esos lazos se consoliden, cueste lo que cueste… y eso es lo que están haciendo.
Si la motivación de EEUU y sus aliados fuera velar realmente por la integridad de los Derechos Humanos en Venezuela, no habría ninguna justificación para que no hubieran implementado medidas similares de intervención contra estados como Israel o Arabia Saudita, países donde el atropello a los DDHH es parte central de sus formas de gobierno.
Por otra parte, resulta bastante evidente el constatar que el orden neoliberal, que ha hegemonizado gran parte del mundo una vez finalizada la guerra fría, está en una franca crisis de legitimidad. La alianza entre el capitalismo financiero, liberales, socialcristianos y sectores antes conocidos como socialdemócratas (alianza representada de modo paradigmático por los gobiernos de Frei, Lagos y Bachelet en Chile, Menem en Argentina, Tony Blair en Inglaterra, Felipe González en España y un largo etcétera que llega hasta Macron hoy en Francia) está dando muestras de estar perdiendo el apoyo de las mayorías sociales, por derecha y por izquierda. En este escenario, el modelo neoliberal en crisis se ve en la obligación de dar muestras se fuerza. De este modo, “disciplinar” a Venezuela les resulta de mucha utilidad, ya que, por un lado, sirve para intimidar a las oposiciones de izquierda en sus propios países y, por otro lado, para congraciarse con los afanes autoritarios y neofascistas de sus oposiciones por derecha.
Si miramos la situación actual, ya no desde la contingencia inmediata, sino desde la perspectiva de los procesos históricos de largo plazo, es necesario reconocer que el socialismo, en sus diversos formatos, es un fenómeno relativamente reciente en la historia humana que ha ejercido el poder político en algunas naciones del mundo de modo intermitente, sólo durante los últimos 100 años.
El camino elegido por el pueblo venezolano en la construcción del socialismo en democracia, con sus innegables singularidades, virtudes y defectos, se está encontrando con las mismas amenazas externas e internas que otros pueblos también han padecido al confrontar intereses de los poderes hegemónicos y deberá encontrar su propio camino de supervivencia.
Frente a la situación actual de Venezuela soy claro y tajante: A partir de mis convicciones políticas y morales, apoyo todo esfuerzo que esté encaminado a que Venezuela continúe construyendo socialismo en paz, democracia, pluripartidismo, tolerancia, con participación real del pueblo y sin autoritarismo.
Con la misma claridad, soy consciente en reconocer que participo con entusiasmo de una alianza política como el Frente Amplio en la cual mis convicciones políticas son una más en un saludable contexto de diversidad ideológica y cultural.
Puedo entender que en nuestro sector político convivamos con compañeras y compañeros que no comulgan con un ideario socialista. También puedo entender las profundas y legítimas diferencias de interpretación que podemos tener respecto de lo que pasa en Venezuela, pero sé que estamos alineados en respetar principios fundamentales de la convivencia entre las naciones, tales como la autodeterminación de los pueblos, la resolución pacífica de las controversias y la no intervención en los asuntos internos de las naciones.
Desde esta perspectiva, llamo a simpatizantes, militantes, partidos y movimientos del Frente Amplio a condenar los grotescos actos de intervención internacional en Venezuela, a los que el gobierno chileno se ha sumado de modo sumiso e irreflexivo. Fundamento esta condena más allá de mis convicciones socialistas, lo hago desde mi compromiso con los valores que han dado origen al Frente Amplio. Lo hago desde la necesidad de que nuestra coalición vele por la vigencia de principios fundamentales del derecho internacional.
Chile es un país pequeño. Ya fuimos víctima de la intervención de EEUU en nuestros asuntos y sabemos de las secuelas de sufrimiento que nos trajo esa intervención, sufrimiento que bien conocen muchos otros pueblos del mundo, teniendo a Libia o Irak como las víctimas más recientes.
Avalar que potencias extranjeras (muchas de ellas con oscuro pasado colonialista) asalten con impunidad el orden político de Venezuela esgrimiendo argumentos espurios afirmados en una gigantesca operación de manipulación informativa, no hace otra cosa que debilitar una de las pocas capas de protección jurídica internacional que países como el nuestro tiene para mantenerse independiente y soberano en el mediano y largo plazo.
A mi juicio, se equivoca quien pretenda caer en el reduccionismo de pensar que el problema de Venezuela es Nicolás Maduro, del mismo modo que se equivocaba Pinochet al pensar que “muerta la perra se acababa la leva”.
Pongo estos argumentos para su debate abierto y fraterno dentro del Frente Amplio.
Cristian Cuevas Zambrano